martes, 26 de septiembre de 2017


5 Claves para superar el Síndrome Postvacacional

Parece mentira, pero ya estamos prácticamente en el mes de Septiembre.
Para algunos pocos elegidos, son el comienzo de las vacaciones. Para el resto de los mortales, son el final.

Hay personas a las que les cuesta más volver a la normalidad. Recuerdan con melancolía los días de verano que han pasado en la playa, o de viaje, o simplemente viendo sus series favoritas tirados en el sofá, sin ninguna otra obligación que no quedarse dormido. Suele ocurrir.

Para esas personas a las que les cuesta tanto volver a escuchar las charlas del jefe, madrugar de nuevo, someterse a un horario, les puedo recomendar algunas pautas para que no aparezca el temido síndrome postvacacional:

1. Es muy posible que tardemos unos días en volver a trabajar a pleno rendimiento, como lo hacemos el resto del año. A lo mejor nos cuesta más concentrarnos, o sentimos que estamos más cansados. No pasa nada. Hay que ir adaptándose. Acéptalo y no te agobies. Poco a poco irás cogiendo el ritmo de nuevo.
2. Recupera también tu tiempo de descanso y de ocio. El que se hayan acabado las vacaciones no significa que no podamos seguir pasándolo bien. Trabaja, come bien, realiza alguna actividad de ocio que te guste o recupera alguna que ya practicabas, y descansa las horas necesarias para estar a pleno rendimiento. Si te cuesta madrugar, ve levantándote más temprano los días previos a la incorporación al trabajo. Así será más fácil.
3. Planifícate. No quieras hacer demasiadas cosas a la vez y que luego no termines ninguna o no puedas realizarlas correctamente. Delega responsabilidades en los demás, y no te lleves trabajo a casa en la medida de lo posible.
4. A veces el volver a la rutina nos puede poner de mal humor, o estamos más irritables y susceptibles. Intenta rodearte de cosas que te hagan sentir bien. Una planta nueva en tu despacho, un cuadro que te transmita buenas sensaciones, música agradable, un nuevo peinado...prueba.
5. Intenta ser positivo. Volver al trabajo no es el fin del mundo, y pasados unos días seguro que recuerdas lo afortunado que eres de tenerlo.  Además, ya has pasado por esto otras veces: todos los años anteriores en los que te has tenido que incorporar al trabajo ¡y lo has superado! Esta vez, no será distinto. ¡Animo!.








jueves, 5 de febrero de 2015

Cómo explicar a los niños la muerte de un ser querido.

(photo by pixabay)
No cabe ninguna duda,  hablar del tema de la muerte nos resulta a los adultos desagradable y triste. Normalmente eludimos el tema, porque en un grado u otro nos afecta hablar de ello, pensar en ello. Aunque sea un proceso natural, aunque sea algo ineludible, cotidiano, dar explicaciones o hablar sobre la muerte es algo doloroso.
Es mucho más doloroso cuando tenemos que hablar del tema con un niño. Muchas son las dudas que se nos plantean a la hora de explicar la muerte de un ser querido a un niño. Dudas y temores. No sabemos qué es lo mejor: dar muchas explicaciones, contarles un cuento, mentir sobre lo ocurrido realmente, ocultar nuestras emociones, quedarse callado y esperar a que haga preguntas, no llorar delante del niño...

Los niños, incluso los más pequeños, son grandes observadores. Se dan cuenta enseguida de que algo pasa, algo "no va bien". Ven a sus familiares tristes, diferentes, hablan menos, salen menos, tienen los ojos rojos a menudo...

 Tendemos a "proteger" a los niños acerca de éste tema, y cuando nos hacen preguntas sobre ello, les decimos sencillamente "no pienses en eso". Cuando se produce una pérdida, intentamos no hablar de ello delante del niño, o le llevamos a casa de otro familiar, o no lloramos delante del niño, porque pensamos que lo mejor es hacerlo así para evitarles el dolor y el sufrimiento que nosotros mismos estamos pasando.

Sin embargo, es recomendable dar la noticia al niño lo antes posible y siempre por medio de una persona querida por el niño, mejor si son sus padres. Sin mentiras. Expresando vuestra pena; hacerlo en un sitio tranquilo y hablarle con cariño y ternura.

Es muy importante tener en cuenta la edad del niño a la hora de hablar con él sobre la muerte. Los niños tienen un concepto de la muerte muy distinto dependiendo de su edad.
En niños pequeñitos de menos de dos años, la palabra muerte, es solo una palabra. Perciben la muerte como una ausencia, notan los cambios que se producen en sus rutinas, pero no son plenamente conscientes de lo que significa. En estos casos se recomienda seguir las rutinas diarias y proporcionar los menos cambios drásticos posibles.

Los niños un poco más mayores, hasta los 6 años más o menos, piensan en la muerte como un hecho temporal y reversible; no son conscientes plenamente del significado auténtico de la muerte. Piensan que allá donde se encuentre ese ser querido, aún vive, y nos mira. Sentirán curiosidad y nos harán preguntas que debemos contestar de  manera breve y clara. Sin dar demasiadas explicaciones, ni muy complicadas,  que no van a ayudar a que entienda mejor lo que ha pasado.

Es importante dialogar con ellos, preguntarles que piensan sobre lo que ocurre, con el fin de averiguar si sus ideas son acertadas o no. Hay que hacerles entender que la persona que ha muerto no va a volver. Que esa persona ya no respira, ni camina, ni se mueve.
Hay que evitar decir que el fallecido "está durmiendo" o "se ha ido a un lugar mejor" o "ahora vive en una estrella" porque los niños van a tomar estas frases de forma literal, y les va a crear más dudas y confusión, e incluso puede ser contraproducente y desarrollar miedo a la hora de dormir, o decir que también quiere irse a ese lugar mejor.

Los niños de 6 a 10 años ya aprenden lo que realmente significa "morir". Y es en esta etapa cuando puede aparecer un sentimiento de culpa.  Pueden creer que algo que ellos han dicho, hecho,  o pensado ha podido provocar la muerte de ese familiar. Es muy importante tratar y hablar con ellos todas esas ideas que pueden surgir. Es muy frecuente también que nieguen la pérdida que acaban de sufrir, que no se lo crean del todo.

Al igual que en los adultos, en los niños también aparecerán algunas reacciones posteriores al suceso. Algunos niños se mostrarán más dependientes de su mamá o su papá y tendrán ansiedad por la separación, pero también puede ocurrir lo contrario y de repente no quieran estar con nadie, ni ser abrazados, ni siquiera hablar con nadie. También es muy normal que experimenten tristeza y muchos  incluso ira. Algunos pueden tener problemas de sueño, con pesadillas, o no querer irse a dormir solos. Se recomienda informar a la escuela de lo sucedido y que presten especial atención al niño y a sus posibles cambios de conducta o de humor.

Todas estas manifestaciones son normales. Lo que haría pensar que un niño necesita ayuda de un profesional es la duración de todas estas conductas.

Los niños, al igual que los mayores, desarrollarán un proceso de duelo, distinto al de un adulto, pero normal y más frecuente de lo que pensamos. Para superar este duelo los niños necesitan sentirse acompañados, necesitan apoyo y dedicación y que sea una persona de su confianza (papá, mamá, abuelo, abuela..) quien se encargue de darle un entorno seguro y protector.

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lunes, 13 de octubre de 2014

El móvil...¿dónde está el límite?

www.psicologa-online.com (pixabay)
Tenemos que aceptarlo. El móvil se ha convertido en un accesorio indispensable en nuestra vida diaria. Casi una prolongación más de nuestra mano. Según un reciente estudio, miramos el móvil unas 150 veces al día, de media. Parece una barbaridad, pero es así. No hay más que pararse un momento y observar. En la parada del autobús, en la sala de espera de urgencias, mientras esperas que tu hijo salga del colegio, o del kárate, tomando un café, da igual si estás con amigos o no, lo miramos igual, al entrar a un restaurante (para comprobar si tiene wifi), en resumen...a todas horas.

¿Para qué solemos utilizar el móvil más a menudo? Pues curiosamente, y según los datos y las encuestas lo utilizamos para enviar mensajes y emails (incluyo aquí los mensajes por wasap y los "me gusta" de Facebook), hacer llamadas, mirar la hora, escuchar música, jugar, hacer fotos, poner la alarma, poner alguna alerta, consultar el calendario y buscar algo en la web (en ese orden).
Estos mismos estudios nos dicen que una persona que consulta el teléfono de media unas 150 veces al día, tampoco puede pasar sin el móvil más de 6 minutos. 

¿Qué respuestas fisiológicas o psicológicas nos genera no tener el móvil cerca? Piénsalo. Imagina un día que te has dejado el móvil en casa, o en el trabajo y no lo has podido recuperar hasta el día siguiente, o te has quedado sin batería y no puedes cargarlo de forma inmediata, o no tienes cobertura en el sitio donde te encuentras, o estas esperando ese mensaje de esa persona especial, y esperas, y miras, y esperas y miras, o por qué no...se te ha caído al w.c. ¿Cómo te sientes? pues nos sentimos ansiosos, irritables incluso, frustrados. Los más afectados en estos casos, suelen ser los adolescentes. Y es que ante estas situaciones suelen reaccionar con rabia, irritabilidad, falta de concentración, pérdida de apetito, insomnio e incluso agresividad. 

¿Cómo sabemos cómo tienen que utilizar nuestros hijos los móviles? ¿Cuántas horas al día? ¿Cómo controlamos los contenidos que ven, los mensajes que reciben, los vídeos, las fotos que comparten, ¿cómo sabemos si les están acosando por el móvil?, ¿dónde está el limite?.

Parece claro que la primera intención con la que los padres compran un teléfono a su hijo es para que siempre esté localizable o que pueda llamar a sus padres si surge cualquier problema. Y eso está bien. Pero...¿a qué edad es recomendable que un niño tenga su primer móvil? En España, el 66% de los niños entre 10 y 15 años, tiene móvil (Instituto Nacional de Estadística).

Larry Rosen profesor de psicología en la Universidad de California y reconocido experto en psicología de la tecnología y la educación dice: "En menos de una década todo el mundo (niños, jóvenes y adultos) llevarán consigo su propio ordenador en su móvil con acceso a la red y será imprescindible para la vida personal, educación escolar y los negocios". 

¿Seremos adictos al móvil en un futuro próximo? ¿O lo somos ya? El término "nomofobia" se refiere al miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil, y lo padecen un 53% de los usuarios de telefonía móvil. 

En las consultas de psicología cada vez se ven más casos de adicción al móvil o a internet. El móvil debería ser una herramienta a nuestro servicio, y no al contrario. Un utensilio con un fin concreto, con funciones de comunicación entre las personas, pero nunca como sustituto de las relaciones cara a cara. No debe ser algo que controle nuestra vida. No pierdas este enfoque, y utiliza el móvil con responsabilidad.

El por qué nos podemos volver adictos al móvil lo veremos en el próximo blog. 

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lunes, 1 de septiembre de 2014

Lo que cuesta septiembre




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 Septiembre ya está aquí, y con él vuelven muchas cosas para la mayoría de nosotros. Vuelta a la rutina, al trabajo, vuelta al gimnasio y la dieta, vuelta al colegio, al instituto o la guardería...

Además de la consabida "depresión post-vacacional", permitidme que hoy haga especial referencia a la depresión que muestran la mayoría de los papás y mamás que afrontan la vuelta al cole de sus hijos. Y este año se presenta especialmente dura. Con los recortes en becas para comedor, libros y transporte escolar, septiembre se muestra muy muy cuesta arriba.

Acabo de leer algunos datos bastante graves, como que según algunas estadísticas, uno de cada tres niños no podrá comprar los libros escolares (bueno, sus papás evidentemente). Y es que el cambio de los libros de texto que implica la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (
LOMCE) ha supuesto un gasto para muchas familias casi imposible de afrontar. 
Cierto es que algunas asociaciones locales y las ampas de varios colegios han puesto en marcha proyectos de préstamo de libros de texto que van a ayudar a muchas familias. 
Sin embargo no son sólo los libros...ya sabéis, a todo esto se suma el material escolar (cuadernos, lápices, pinturas, bolígrafos, mochila, etc), el uniforme (aunque no es obligatorio en todos los colegios), el autobús, las actividades extraescolares, ropa y calzado deportivo... Todo son gastos.

Todos los septiembres son así. Y dejando a un lado el tema económico, vamos a tocar un poquito el tema emocional. Y es que la vuelta al cole para muchos niños es algo deseado y esperado tras el largo verano, y para otros es una auténtica tragedia. Muchos viven esta experiencia con entusiasmo, con ganas de volver a ver a los amigos, reencontrarse con profesores, con ganas de empezar a aprender cosas nuevas. Otros lo ven como el fin de la diversión, de los días de levantarse tarde, de jugar a todas horas, de no tener horarios y de no separarse de la familia. Precisamente esa ansiedad de separación es la que viven muchos niños ( y papás y mamás) que comienzan en la guardería o el primer curso de infantil. 

El separarse de los pequeños nunca es fácil, ni para los niños ni para los padres que lo pasan realmente mal. Sin embargo hay que intentar llevar el tema con toda la tranquilidad posible, haciendo caso de lo que dicen las instructoras del centro. Los primeros días es importantísimo cumplir con el periodo de adaptación de los pequeños. Poquitas horas los primeros días, con despedidas cortas para no hacerlo más difícil, interesarse por las actividades que van a hacer en la guardería o colegio, asistir a las reuniones (importante), y mantener una buena y fluida comunicación con la cuidadora de vuestro hij@. Son reglas básicas para facilitar el proceso de inclusión en el centro infantil. En unos días vuestros hijos estarán encantados de asistir a su "cole"  y reforzarán el proceso de socialización y la interactuación tanto con iguales como con adultos. 

Ya para finalizar, y para quitarle hierro a todo este asunto, Septiembre también tiene cosas buenas (aunque sean un poco triviales) como el clima, la vuelta a la rutina (que también tiene sus ventajas), el principio del otoño...y mi cumpleaños! ;-)

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lunes, 24 de marzo de 2014

Qué comemos hoy

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Hay una frase muy conocida que dice "Somos lo que comemos".
Para muchas personas comer es un placer, para otras simplemente algo que hay que hacer para vivir, para otras es una adicción o una maldición.
Está claro que no podemos vivir sin alimentarnos, pero en ocasiones miramos más la cantidad, que la calidad. Actualmente la mayoría de nosotros comemos mal y lo sabemos. Comemos deprisa, lo que pillamos, a cualquier hora, donde sea.  Reconozcamos que a veces preferimos un bocadillo que un plato de lentejas. Nos decimos que no tenemos tiempo de cocinar, de hacer platos medianamente elaborados, aunque algunos cuenten con la ayuda de los extraordinarios (y caros) robots de cocina. El bocadillo es más fácil, mas rápido, y sabe mejor. O sino, una pizza..¿verdad?

Comemos delante del televisor, rápido, sin detenernos siquiera a saborear la comida, la prisa,la prisa. No sabemos disfrutar del momento de comer (la mayoría). Cuando vemos la televisión podemos ver como nos "ofrecen" ciertos productos que aparentemente nos harían más felices. Productos asequibles, visualmente muy atractivos y prometen un gran sabor. Pero a la vez esos productos nos los ofrecen personas aparentemente sanas, delgadas y felices. Qué contradicción. Nos instan a comer porciones cada vez más grandes, más calóricas, con más azúcar, pero la sociedad nos dice que debemos mantenernos sanos y delgados. ¿Y eso cómo se hace?

El estrés, la ansiedad, los problemas, las dificultades y las expectativas sobre nosotros mismos y sobre cómo queremos ser también influyen a la hora de alimentarnos: a veces nos llevan a comer compulsivamente, o justo lo contrario, a restringir radicalmente nuestra alimentación.
Tanto es así que ya no nos son desconocidas enfermedades como obesidad, sobrepeso, hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, anemia...todas relacionadas con la nutrición.

Pero claro, tampoco es fácil llegar al supermercado y encontrar que un kilo de tomates cuesta más que una bolsa de croissants de chocolate; que comer pescado fresco dos veces por semana es ya casi un lujo al alcance de pocos; pero sí tenemos a precios muy bajos la bollería industrial, los embutidos menos sanos, las pizzas y bolsas de patatas, refrescos con azúcar, si...eso sí.

¿Solución? Hay que ser sensatos. Desde luego éste me resulta un tema fascinante, por qué comemos mal, por qué comemos cuando estamos tristes o enfadados o deprimidos, por qué de los atracones, por qué nos levantamos por la noche a registrar la nevera, comer por aburrimiento... lo iremos viendo en otros post.

La educación nutricional que damos a nuestros hijos, empecemos por ahí. Predicar con el ejemplo. Si tu hijo te ve comer fruta, empezará a sentir curiosidad por la fruta. Enseñemos qué es "comer bien". Todos lo sabemos y para el que no sepa, seguro que su médico  le indicará las pautas que más le van a convenir, también hay información en los libros. Hay que leer sobre cómo cocinar y cómo comer sano.  Esto no significa que nunca tenemos que probar un helado, o un pedazo de pizza, no es eso. Es comer con cabeza y con corazón. Sabiendo lo que es bueno para nosotros y lo que no lo es. Y si ya lo acompañamos de ejercicio... sería la bomba.

Para hacer todo esto posible, hay que QUERER. Y cuando realmente se quiere, NO EXISTEN EXCUSAS.  ¿Probamos? Yo quiero probar.


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jueves, 13 de febrero de 2014

La importancia de la Imagen


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 Hace unos días vengo viendo durante la sobremesa, un programa de la televisión del canal DeCasa llamado "Cambio de Look" (How do i Look). El programa no es nuevo, ya había visto otros programas del mismo formato. En esencia se trata de una mujer que llega al programa obligada por algún amigo o familiar que creen que el estilo de la concursante no es el adecuado y no refleja cómo es esa persona en realidad.
La mayoría de las concursantes al principio se resisten a los cambios que les proponen los expertos. No les gusta la ropa nueva, ni los cortes de pelo, pero al final todas acceden a probar.
Mi parte favorita del programa es cuando empiezan a probarse ropa y salen a mirarse ante el espejo. No sólo parecen sufrir una transformación de estilo, ¡también se transforman sus pensamientos! sobre ellas mismas, sobre sus capacidades, sobre lo que pueden llegar a ser. Es evidente que es un show de televisión y muchas reacciones y comentarios estarán pactados de antemano, aún así yo me pregunto: ¿qué poder tiene la imagen que proyectamos sobre nosotros mismos? ¿Es verdad que un nuevo vestuario, un peinado moderno y un buen maquillaje puede transformarnos tanto por fuera como por dentro?

Pienso que el verse bien por fuera, ayuda a sentirse bien por dentro y también que sentirse genial con uno mismo, nos lleva a cuidarnos más, a querer vernos bien. Pero también se que "el hábito no hace al monge", aunque ayude mucho.

La ropa, el pelo, el maquillaje nos aportan una sensación de seguridad en nosotros mismos y en los demás como ninguna otra cosa. Una persona que cuida su imagen se siente más segura y tiene más confianza en sí misma, en lo que transmite a los demás.

Por ejemplo, ¿iríais a una entrevista de trabajo en chandal y zapatillas o con el pelo sucio? ¿o a una boda? ¿ os importa realmente lo que pensarían de vosotros si lo hicierais ?  Del mismo modo, ¿piensas que el ir bien vestido te hará parecer que eres el candidato ideal para ese puesto que ansías? ¿Sin demostrar tus cualidades? Seguramente no, una buena imagen no te garantiza obtener un puesto de trabajo, (lamentablemente se dan casos en que sí)  pero ayudar, ayuda.

Siempre están los extremos: aquellos que no cuidan demasiado su imagen porque piensan que lo importante es "cómo soy" y no "cómo me ven". En la otra punta tenemos a los que cuidan excesivamente su exterior pensando exclusivamente "según me vean los demás, así me considerarán".

Nuestra imagen personal es nuestra carta de presentación al mundo, es lo primero que ven los demás de nosotros. La postura, los gestos, la mirada, la sonrisa, la voz...todo forma parte de nuestra imagen, no sólo la ropa y los accesorios. Los psicólogos sociales dicen que cuando te presentan a una persona, en unos breves minutos se forman las primeras impresiones que después se refuerzan y que son dificilísimas de cambiar. "La primera impresión es la que cuenta".

Y vosotros...¿qué opináis?

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martes, 4 de febrero de 2014

5 Mitos sobre la Psicología

Cereco Torrevieja C/ Caballero de Rodas 38,  2º piso

Precisamente hoy inauguro mi nueva consulta en un gabinete en el centro de la ciudad. Quizás penséis que estoy un poco "loca" por atreverme a poner una consulta con los tiempos que corren y que ya nadie
va al psicólogo. Así que he estado pensando en los mitos que aún arrastra la Psicología y me gustaría que los viésemos.

Primero: "Yo no voy al psicólogo porque no estoy loco"
Cuando uno decide ir a un psicólogo es porque sabe que tiene un problema y necesita ayuda especializada. No veo nada de locura en pedir ayuda cuando se necesita, sino más bien, todo lo contrario.

Segundo: "Un buen amigo es mejor que un psicólogo"
Un amigo es verdaderamente un apoyo importante e incondicional. Pero el hecho de que nos escuche o nos acompañe en nuestro sufrimiento, incluso que nos aconseje, muchas veces no es suficiente ni eficaz, ya que al fin y al cabo, no es un experto en la conducta humana. Si no acudo a un amigo para que me cure un brazo roto, ¿por qué voy a hacerlo para que trate mi problema de comportamiento?

Tercero: "El tiempo lo cura todo. No necesito un psicólogo "
Ésta es una creencia muy común. Aunque lo que hace el tiempo es relajar nuestras emociones o hacernos olvidar los problemas (a menudo con otros problemas); el tiempo también puede empeorar nuestro sufrimiento, incluso complicarlo y cronificarlo.

Cuarto: "Eres psicólogo, seguro que me estás analizando"
Desgraciadamente los psicólogos no somos adivinos. Necesitamos información para evaluar, diagnosticar y tratar un problema. El diálogo, las entrevistas con el paciente, los autorregistros, los tests, etc. nos proporcionan esa información. Los psicólogos no podemos estar siempre tratando de analizarlo todo. Al igual que uno sale de su oficina y desconecta, los psicólogos somos personas capaces de desconectar y cambiar el "chip" al salir de la consulta.

Quinto: "Ir al psicólogo no me soluciona los problemas"
Está claro que los problemas no se solucionan solos. Los psicólogos no tenemos una varita mágica que los hace desaparecer (ojalá). Cierto es que al hablar de los problemas se experimenta un ligero alivio. Pero la terapia implica actuar, hacer cosas. Con la ayuda del psicólogo y poniendo en práctica pautas, ejercicios y estrategias, los problemas sí pueden solucionarse. Toda terapia lleva su tiempo. A veces la mejoría se ve pronto, a veces es muy lenta pero progresiva; pero si se lleva a término seguro que se encuentra la solución.

No hay que tener miedo de pedir ayuda, ni de recibirla. Es un comportamiento humano, y al fin y al cabo de eso, es de lo que trata la psicología.

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