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Para muchas personas comer es un placer, para otras simplemente algo que hay que hacer para vivir, para otras es una adicción o una maldición.
Está claro que no podemos vivir sin alimentarnos, pero en ocasiones miramos más la cantidad, que la calidad. Actualmente la mayoría de nosotros comemos mal y lo sabemos. Comemos deprisa, lo que pillamos, a cualquier hora, donde sea. Reconozcamos que a veces preferimos un bocadillo que un plato de lentejas. Nos decimos que no tenemos tiempo de cocinar, de hacer platos medianamente elaborados, aunque algunos cuenten con la ayuda de los extraordinarios (y caros) robots de cocina. El bocadillo es más fácil, mas rápido, y sabe mejor. O sino, una pizza..¿verdad?
Comemos delante del televisor, rápido, sin detenernos siquiera a saborear la comida, la prisa,la prisa. No sabemos disfrutar del momento de comer (la mayoría). Cuando vemos la televisión podemos ver como nos "ofrecen" ciertos productos que aparentemente nos harían más felices. Productos asequibles, visualmente muy atractivos y prometen un gran sabor. Pero a la vez esos productos nos los ofrecen personas aparentemente sanas, delgadas y felices. Qué contradicción. Nos instan a comer porciones cada vez más grandes, más calóricas, con más azúcar, pero la sociedad nos dice que debemos mantenernos sanos y delgados. ¿Y eso cómo se hace?
El estrés, la ansiedad, los problemas, las dificultades y las expectativas sobre nosotros mismos y sobre cómo queremos ser también influyen a la hora de alimentarnos: a veces nos llevan a comer compulsivamente, o justo lo contrario, a restringir radicalmente nuestra alimentación.
Tanto es así que ya no nos son desconocidas enfermedades como obesidad, sobrepeso, hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, anemia...todas relacionadas con la nutrición.
Pero claro, tampoco es fácil llegar al supermercado y encontrar que un kilo de tomates cuesta más que una bolsa de croissants de chocolate; que comer pescado fresco dos veces por semana es ya casi un lujo al alcance de pocos; pero sí tenemos a precios muy bajos la bollería industrial, los embutidos menos sanos, las pizzas y bolsas de patatas, refrescos con azúcar, si...eso sí.
¿Solución? Hay que ser sensatos. Desde luego éste me resulta un tema fascinante, por qué comemos mal, por qué comemos cuando estamos tristes o enfadados o deprimidos, por qué de los atracones, por qué nos levantamos por la noche a registrar la nevera, comer por aburrimiento... lo iremos viendo en otros post.
Para hacer todo esto posible, hay que QUERER. Y cuando realmente se quiere, NO EXISTEN EXCUSAS. ¿Probamos? Yo quiero probar.
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